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Ecografías 4D

¡Señoras y señoras! ¡Se acabaron las ecografías convencionales! ¡Ahora la moda son las ecografías en 4 dimensiones!

Hasta ahí, la publicidad flotaba en el aire. Sólo era algo que se hacían las famosas y las pijoterillas. Pero ¡ay!, las hormonas hicieron su efecto burbujeante en mi cerebro y ¡cataplof!, yo ya estaba tumbada en la camilla del centro de Ecoprivadocarísimo.
Al hacerte tu primera ecografía de las normales, solo ves en una pantalla una cosa parecida a un alien en blanco y negro y el tocólogo, todo feliz, te dice: mira su cráneo, mira su fémur, mira sus huevos. Y tú, por más que gires la cabeza o hagas el pino, sólo ves imágenes de ordenador de los 90. Así que te quedas con la sensación de que te estás perdiendo una parte de tu hijo. Esa que sólo pueden ver los médicos que se han estado entrenando antes con las fichas del ojo mágico (aquellas que se supone que tenías que ver un dibujo en 3D, pero que sólo servían para aumentarte la miopía). Y piensas: ¿por qué no voy a pagar un poco de dinero por ver a mi hijo en la barriga? Total…¿cuántos más voy a tener? ¿Otro más? Bueno, no es tanto dinero…
Y es cuando acabas llamando para pedir cita.

Pero no es tan fácil… tienes que llamar entre la semana 28 y 32, porque es cuando mejor se ve al niño. Antes, será un algo tan deforme que perderás la gana de verle la cara cuando asome por tus piernas y después, estará tan comprimido contra el útero que verás una masa de mejillas y dedos como si fuera un chino en el metro.
Así que hay que ser previsor y, calendario en mano, llamar para que te den cita entre esas semanas.
Te dirán que dos días antes tienes que beber 2 litros de agua al día y ese mismo día ir hinchada como una pelota (¿en serio pretendes estar una hora apretándome la barriga con la vejiga llena?).
Te dejan ir con 3 o 4 acompañantes, pero más de dos sobran.
Nosotros fuimos solos, sin nadie más, y fue todo muy tranquilo.

Te dan a escoger entre varias opciones: ecografía simple con impresión de fotos, ecografía con vídeo e impresión de fotos y ecografía con vídeo, fotos y el sonido de tu corazón (porque se supone que luego se lo vas a poner al bebé y se va a quedar tan flipado que te dejará dormir, je je je).
Nosotros escogimos la del vídeo, porque total…ya puestos… y la verdad es que mola un kilo y medio. Ves a tu bebé comiéndose el pie, bostezando y…¡poniendo los cuernos de heavy!
Si es que de algo tenían que servir las interminables maratones que le poníamos a todo trapo para que la música traspasase todas mis carnes.
Luego, al ver las fotos y el vídeo en casa, ya puedes invitar a toda la familia con un cuenco de palomitas (aunque mi padre se negó, porque le daba mucho repelús ver a un niño que todavía no estaba fuera).

Los bebés aparecen muy hechos. Se les ve la cara, muy parecida a la que tendrán a las 40 semanas, y sus dedos, sus orejas, sus pies y el cordón umbilical. Casi parece que hasta te saludan.
Para los padres es toda una sensación, aunque si bien es cierto que para ellos, cuando ya sean mayores, va a ser muy raro el verse en fotos ya desde fetos. Es casi como el “Show de Truman”. Paranoico.
[Aviso: los bebés, a partir de la semana 40 de gestación van canibalizándose, así que saldrán más delgaditos y arrugados de lo que deberían. No pasa nada, pero parecen una anguililla.]

En resumen. Tenemos un vídeo y un cd lleno de fotos de nuestro hijo a las 26 semanas de gestación (porque me la hice en Gijón en unas vacaciones y tenía que ser esa semana sí o sí).
Si te la vas a hacer piensa en que no te va a aportar nada nuevo, que las ecografías oficiales son las que valen. Pero siempre agrada mucho el poner en un álbum una fotografía con una cara con ojos y no una burbuja grisácea con fondo de nieve (que es lo que se suele ver en la consulta del médico).
Y por otra parte, también es muy placentero el poder pasarte casi una hora viendo al bebé hacer monerías y poder decirle al técnico que mueva la maquinita como a ti te parezca y no sólo donde convenga para hacer las mediciones de cabezón y pierninas.
(Y además, siempre te suelen dar gominolas para que se excite el bebé y te fría a patadas la vejiga llena de agua).

Para acabar os contaré que gracias a toda la música que le puse a mi hijo durante el embarazo, ahora se duerme o baila cada vez que oye rock duro. Pero es ponerle la radio de éxitos del momento y chilla y llora como un poseído… ¡pero que niño tan listo!

Carricoche

En esta entrada, vamos a abordar el tema silla, carricoche, chisme con ruedas o cacharro del infierno con el que tendrás que cargar los próximos tres años.
La primera silla que se compra es, a mi entender, la más importante. Será la silla que proteja la integridad física de tu bebé y la moral de los progenitores.
Deberá ser fuerte y robusta, de fácil plegado, con muchos accesorios para que crezca con el niño y, si puede ser, algo mona.
En el mundo sillitas de bebé te vas a perder, hagas lo que hagas. Hay mil marcas, mil modelos dentro de cada marca y mil colores dentro de cada modelo.
Lo importante es que el bebé vaya seguro y cómodo, no que tú te luzcas como si estuvieras en la pasarela Cibeles.
Si eres una madre normal, no esas de anuncio que van con tacones de diez centímetros y faldas con corte sirena para dar los pasos como una japonesa, necesitarás algo práctico que casi se mueva solo. Llegará un punto en el que con una mano manejarás la silla, con la otra llevarás el paraguas, en el hombro una bolsa de la compra y en el otro hombro una mochilita con lo que no te cabe en la cesta de debajo de la silla.
¿Estás dando un paseo con alguien y te pide con cara de perrito abandonado si le dejas llevar al niño? ¡Sí, por supuesto! Esa debe ser siempre tu respuesta.
Mientras son pequeñitos, los bebés no se mueven mucho. Van en el huevito, metiditos entre mantas y baberos y como mucho tendrás que hacer “ea ea ea” para que no lloren a grito pelao, pero a medida que crezcan, querrán ver el mundo y se revolverán. Se retorcerán de tal manera que te plantearás seriamente llevarlos a trabajar al circo del sol.
Así que padres y madres del mundo, no os compliquéis y buscad una silla todoterreno.

Mi historia fue así.
Un día, mi marido me preguntó: ¿y cuánto cuesta una silla de bebé? Vámonos al Corte Inglés, le respondí.
Después de media hora y con el desfibrilador en la mano le dije: a mí no me importa que la silla sea de segunda mano.
Así que me puse manos a la obra. Busqué en las páginas típicas como segundamano.es y milanuncios.com y encontré varias que me gustaban. Mandé mensajes a todas las personas y un padre me contestó diciéndome que todavía tenía la silla. Chan chan chaaaaaaaaan.
Quedamos con él, fuimos a verla a su casa y ahí estaba. Una silla trío de Jané, con burbujas y parafernalias por…….¡80 euros!
Como nos pareció muy barata, dado que acababa de ser padre por segunda vez, preguntamos el porqué de su venta. Se le puso la cara roja como un semáforo y nos contestó que había tenido una niña y su mujer no quería una silla azul. Había pagado 700 euros por aquel chisme y tenía que pagar otros tantos por uno nuevo de color crema y chocolate, palabras textuales.
Así que nos fuimos para casa más contentos que unas castañuelas con nuestra “nueva” silla totalmente equipada.
¿Trío, burbujas? ¿Ein? Vale vale, me explico.
Un trío es una silla con huevo (o cuco), capazo (o cosa larga con capota) y silla de paseo.
Me pareció lo más práctico ya que te sirve para todas las etapas del bebé durante el primer año y te ahorras el tener que comprar el huevo para el coche, porque suelen venir homologados para este fin.
(Creo que al huevo se le llama también Maxi Cosi, pero nunca me quedó claro si es el huevo de una marca, la marca en sí o el huevo a secas).
Y las burbujas son los plastiquillos que se le ponen a la silla cuando llueve para convertirla en un Papamóvil.
Más tarde, cuando el bicharraco de mi hijo cumplió un año, le compramos una silla de paseo un poco más ligera y fácil de plegar. Se puede aguantar con la otra hasta que se pase a una de bastones (que son esas sillitas súper ligeras que sirven para cuando los niños ya caminan), pero decidimos comprar una intermedia porque estábamos hasta las narices de deslomarnos al subirla al coche. Y total, pillamos una nueva por internet tirada de precio y nueva (y muy chula, por cierto).
También tenemos la famosa silla de bastones, para ir a la playa, pero esa nos la regalaron al suscribirnos durante un año a una revista de padres (sí, cuando eres padre primerizo picas con esas cosas).
Resumiendo: compramos el trío de segunda mano, la silla intermedia por Amazon y nos regalaron la de bastones.
¿Se puede vivir con menos? ¡Pues claro! Pero para lo que pagamos en conjunto, nos dio un poco de pena pensar en lo que íbamos a gastar en fisio con el sube-baja de la cacho silla.

Finalmente, os voy a acabar de poner los pelos de punta con el resto de cosas que hay que comprar:
– Saco nórdico para el invierno (tienda de segunda mano).
– Bolsa para colgar en la silla (vale cualquiera, el que más te guste).
– Colchoneta de verano (es una base de esponja con una telita para que el niño no esté en contacto directo con la tela de la silla y sude hasta que se deshidrate).
– ¿Sombrillita? Va para gustos. Yo no la usé, y vivo en Cádiz, porque a partir de los dos meses estarás más pendiente de que no se saque un ojo (y un poco más mayor, que no te lo saque a ti) a que el sol no le de en la cocorota. Le pones bien de crema, unas gafas de bebé y un buen gorro y santas pascuas.
Llegados a este punto tienes dos opciones: seguir los consejos que te dan las famosas (sillas monísimas y carísimas que no bajan de los 1000 euros) (y que yo también te puedo recomendar…ya puestos) o pensar con la cabeza, que para eso la tienes.

Y sobre todo busca, busca, busca y al final compra lo que mejor te parezca. 😉

Accesorios

Hoy vamos a hablar de los accesorios.

Cuando tienes un bebé no eres consciente de todo lo que necesita y el espacio que conlleva.
Lo que vas a comprar para tu retoño es inversamente proporcional, en tamaño, a lo que él va a ocupar.
Después de alucinar con lo rápido que vas a llenar el espacio de la habitación con los básicos, llega el momentazo de pensar en qué accesorios son necesarios y cuáles son superficiales pero monísimos.
En nuestro caso, compramos algunos por capricho, otros por necesidad y otros porque nos entraron por los ojos.

Necesidad:

– Hamaquita. La compramos de segunda mano. Un modelo de Fisher-Price que nos encantó y a la que yo ya le tenía el ojo echado desde que supe que iba a ser madre. Estaba nueva después de haberla usado tres niños y lo único que hicimos fue lavarla y ponerle pilas. A nosotros nos salvó la vida en más de una ocasión, porque sentábamos al peque y le balanceábamos para que no diera el coñazo. Como nos quedaron los tobillos reventaos (después de machacar los lumbares), le pusimos una cuerda atada a una de las patas y listo. Nos pegamos unos grandes momentos de sofá y peli tirando del invento.

– Corralito. También llamado parquecito. Compramos de segunda mano una versión igualmente válida: una cuna portátil. Es muy útil cuando ya está un poco más crecidito. Lo metes ahí con pilas y pilas de juguetes y se puede tirar largos ratos en un espacio controlado sin que lo tengas que atar a la pata de la mesa. También sirve como contenedor para todos los peluches y bloques de madera que tendrás desparramados por toda la casa.

– Esterilizador. Éste no lo meto en los básicos aunque debería. Lo vas a usar a diario los primeros meses de vida. Los hay de microondas, de líquido y eléctricos. Nosotros compramos el de micro porque lo vimos muy práctico. Pones los bibes y los chupos en una rejilla con un poco de agua en el fondo, 5 minutos calentando y listo.
Es accesorio porque puedes hacerlo a la manera tradicional y esterilizar con agua hirviendo en una cacerola. Te va a llevar mucho más tiempo y vas a perder mucha energía.

– Termos comida. El mejor invento del ser humano para padres que no quieren vivir atados a una cocina. A nosotros nos regalaron dos: uno para el agua (lo adorarás cada vez que prepares un biberón de madrugada) y otro para la comida (que te permitirá viajar o comer fuera de casa). Los hay de todo tipo y tamaño. No seas tacaño y busca un buen modelo, que los vas a usar mucho tiempo.

– Chichonera. ¿Chichoquéeeeeeee?, fue la pregunta del padre. Es un protector de cuna, algo acolchadito, que se pone por dentro de los barrotes para que al bebé no le salgan muchos huevos cuando se ostie al dormir. Es útil porque además evita que saquen los pies y las piernas por fuera de la cuna y que te los encuentres chillando a grito pelao porque están hechos un lío con la mitad del cuerpo fuera y la otra mitad dentro. (Es evidente que esto ya nos pasó).
Madres del mundo: no intentéis que los papás recuerden esta palabra, es una batalla perdida.

Capricho:

– Papelera para pañales. Es el único capricho caro que me permití comprar nuevo y con recambios. Me explico. Es una papelera con una bolsa dentro. Metes el pañal, enrollas la bolsa y se queda lista para otro pañal. Como la bolsa es continua, los pañales se van a quedar como choricinos: cada uno en su compartimento. Esto hace que los olores no salgan de la papelera y te ahorrarás estar bajando a la basura cada media hora.
Esta papelera es cara, no porque tenga un precio demasiado elevado (cuesta unos 30 euros), sino porque hay que comprar los recambios de las bolsas y esto es lo que encarece el producto.
Nosotros la compramos en Amazon y cada tres meses, más o menos, compramos una caja de 6 recambios.
Evidentemente te va a salir mucho más cara que una papelera tradicional, pero por eso la pongo en el apartado caprichos, porque me mola un huevo y me encanta cada vez que la uso.

– Robot de cocina. Aquí tienes miles de opciones para comprar la que mejor te venga. A nosotros nos regalaron uno de segunda mano que cuece las verduras y la carne al vapor y luego lo tritura todo. Está muy bien, porque lo metes todo bien pelado y troceado y a los 15 minutos tienes la comida lista para dos veces. La trituradora deja el puré un poco espeso y como nuestro hijo es un poco tiquismiquis, se los tenemos que triturar con una batidora.
¿Se puede vivir sin él? Pues sí, perfectamente. Yo estuve dos meses cocinando las papillas sin el robot y no pasa nada. Para lo que sirve es para ahorrar tiempo y cacharros para fregar.

Compras impulsivas:

– Gimnasio de suelo. Es una mantita, un poco forrada, con una estructura de plástico de la que le cuelgan figuritas de colores. Mi hijo no lo usó mucho por dos razones: cuando era muy pequeño le daba cosa estar ahí tumbado sin algo que lo envolviera (como la hamaquita o la cuna) y cuando ya se hizo un poco más grande, prefería rodar por el suelo que estar parado en un solo punto. Así que, al final, no lo usamos mucho. Cuando sea un poco más mayor, le pondré la manta en el suelo para que no se le enfríe el culo y le daré los palos de la estructura para que nos fustigue a todos un poco con ellos, pero como gimnasio…
¿Lo bueno? Que me salió tirado de precio en una tienda de segunda mano, así que no me duele.

– Cangurito. Son unos aparatos de sadomasoquismo que usan los progenitores para llevar a su bebé cerca de ellos y de paso para romperse la espalda antes de tiempo.
Nosotros le compramos a una chica el suyo, nuevecito (porque son una tortura y lo había usado dos veces) y supersónico. Se supone que tenía tres posiciones para que fuera creciendo con el bebé y que iba a ser una maravilla de la tecnología… ¡mentira!
Lo usamos tres o cuatro veces mientras nuestro hijo no pasó de los 5 kilos de peso.
Si quieres quedarte baldado, cómprate uno.

Y hasta aquí los cacharros para bebés. Próximamente, el carricoche.