Archivo por meses: marzo 2015

Nuevas modas

Después de celebrar el día de la mujer y el día del padre me hago una pregunta: ¿Por qué la nueva moda en el mundo bebetil es la de hacer regresar a sus progenitores, en especial las madres, a la prehistoria?

Las nuevas tendencias son la crianza natural y la crianza con apego. Esto es un complicado modelo lleno de normas para ser unos padres más completos y para que los niños crezcan en un entorno seguro y afectuoso. Se empieza por parir en casa, para lo cual necesitas una gran preparación, un lugar adecuado y suficiente dinero para pagar a una matrona y a una doula. La doula no es imprescindible pero mola mucho y es muy chic. Luego tienes que darle de mamar a tu hijo hasta que cumpla los 7 años, ya que tu leche es altamente beneficiosa para su sistema inmunológico. Más tarde tienes que negarle el poder de las vacunas, ya que en realidad lo que hacen es implantar genes maliciosos y comunistas en los bebés recién nacidos que harán que se afilien a partidos pro sudamericanos cuando sean veinteañeros. Tienes que colechar con tus hijos hasta que les de vergüenza cascársela delante de ti y te roguen por el dios de la verdura que les dejes dormir en su propia habitación. Además hay que portearlos hasta que pesen más que un oso panda de tamaño medio (o hasta que se te rompa la espalda). Debes ponerles pañales de tela para no contaminar con los desechables. Y, por supuesto, debes matricularlos en escuelas alternativas donde se criarán en ambientes de librepensadores.

Así que, ahora os voy a destripar mi opinión sobre todo esto.

Parir en casa me parece una barbaridad. Aunque los partos vayan estupendamente bien y no tengan ningún tipo de riesgo, en el último minuto se puede complicar todo. ¿Te vas a exponer a que esto ocurra? ¿Vas a exponer a tu hijo a que le pase algo por no estar en un hospital? En Europa esta práctica es más común que en España, así que nos venden las maravillas de los partos en casa. Lo que no dicen, obviando los riesgos médicos, es que en España te tienes que financiar tú los partos en casa, por lo que te saldrá por unos 2000 euros como poco. Lo que yo opino es que no se deben correr riesgos innecesarios. Parir en un hospital no tendría por qué ser una tortura. Para ello hay que luchar por tus derechos. La comunicación con los profesionales que te atienden es fundamental. En el tema de las doulas no me voy a meter porque a mí me parece que hacen intrusismo profesional a las enfermeras. No atienden médicamente a las parturientas, pero les dicen cosas que sí pueden influir a la hora de parir.

Lo de la teta ya lo dejé bien claro en otro post. Personalmente no me gusta lo de amamantar pasados los 6 meses o desde que le salen los dientes. Lo veo un poco antinatural. (Mi cabeza asocia esta idea a una boca de un tiburón, no sé por qué). Sin embargo, es gracioso que estas madres que tanto se prodigan con los sistemas inmunitarios de sus bebés, luego no les ponen vacunas porque son peligrosas. Todas las vacunas y medicamentos son peligrosos, pero cuando dejas de vacunar a tus hijos, rompes el círculo de protección que ofrecen esas vacunas al resto de la población. Si todos dejáramos de vacunar a nuestros hijos, volverían las enfermedades como la tosferina o la polio. ¿De verdad queremos eso?

Colechar es dormir con tu hijo, en la misma habitación o incluso en la misma cama. Las madres teteras hacen esto, entre otras cosas, porque es más cómodo para dar de mamar por la noche. Pero yo me hago varias preguntas: ¿es sano dormir tanta gente en una habitación? ¿Hasta qué

edad duermes con tu hijo? ¿Cuándo quieras sacarle, él querrá salir? ¿Y si tiene un hermano? ¿Duermes con los dos/tres/cuatro? ¿Y la relación de los padres? ¿Dónde queda tu intimidad como pareja?

Todo esto me vino a la cabeza porque leí un artículo de una madre que enseñaba a portear a gemelos. Ella ya llevaba cuatro años llevándolos encima a todas partes y daba consejos para que no se te jorobara toda la columna vertebral a la segunda semana. Creo que esas madres serían grandes peonas de la construcción…

Y por último viene lo de las escuelas alternativas. Eres un monstruo si metes a tus hijos en la dictadura militar de un colegio a la temprana edad de 3 años (si los llevas a la guardería entonces ya vas de cabeza al infierno), así que tienes que llevarlos a una escuela donde no hay normas y donde los niños aprenden cuando quieren y como quieren. Lo que esos padres no se dan cuenta, dejando de lado que no soy pedagoga como para valorar si esos conocimientos son suficientes o no, es que llegará un momento en la vida de sus hijos que les pidan títulos oficiales, de esos que te dan cuando completas ciertos niveles en la educación española… así que ya me veo a una generación de adolescentes examinándose por libre para sacar la ESO o el bachiller y cagándose en las ocurrencias de sus padres.

Después de todas estas maravillas de la crianza natural no puedo evitar pensar en que cada vez nos imponen más y más trabajo a las mujeres. No sólo tenemos que trabajar fuera de casa sino que también hay que sufrir dentro…¿o es que es mejor que nos quedemos en nuestro hogar cuidando y porteando a nuestros retoños?

La contestación de estas madres “naturales” es que si se quiere se puede hacer todo. ¿Trabajas doce horas al día? No pasa nada. Cuando llegues a tu casa pasa tiempo de calidad con tus hijos. ¿Tiempo de calidad? Pasarás el tiempo que puedas y que te deje físicamente tu cuerpo. Sácate leche para dejarla congelada. No es lo ideal, pero por lo menos tu hijo no sufrirá tomando leche artificial. Póntelos encima todo el rato para que haya “piel con piel” y, sin estás sin duchar mejor, que a sí huelen a su mamá. Después, prepárales un buen puré o cena y báñalos tranquilamente, con cariño. Más tarde, vete a tu habitación y léeles un cuento para que se duerman (pero tú no, ojo) y cuando ya estén dormiditos, entonces empieza a hacer tu vida… a eso de las 10 de la noche. Eso sí, cuando tu cuerpo pida clemencia, vete a la cama, aparta a tu hijo un poquito y acurrúcate en el huequito que te deje entre las sábanas, pero sin despertarle porque si no tendrás que estar de rumba flamenca hasta las 3 de la mañana. Eso, sin contar que tienes que ir al gimnasio o a correr, a la peluquería, a las mejores tiendas de moda para ir a la última, al colegio a entregar el último trabajo de manualidades que le encargaron a tu hijo (a ti, iluso), a la compra, a la biblioteca y quedar con tus amigos porque no los puedes abandonar… ¿Todo el mundo tiene días de 24 horas o sólo son los míos?

Hoy en día las mujeres tenemos que ser multitarea o multitask. Debemos ser trabajadoras fuera y dentro de casa, buenas madres, buenas esposas y buenas amantes. ¿Quién fue el hombre que se inventó que las mujeres podemos hacer más de una cosa a la vez? Que me lo presenten, porque lo petó. Y tú, mujer del siglo XXI vas y te lo crees.

Llegará un día en que todos esos niños y niñas se quieran independizar y la gran pregunta a la cuestión es: ¿vais a ser capaces de dejarlos volar del nido o saldréis con el típico “con todo lo que hice por ti”? (Miedito me dais cuando seáis abuelas).

Dejaos de tanta gilipollez esclavista, romped vuestras cadenas y liberaos. Antes se quemaban sujetadores. Hoy podemos quemar la ciudad. ¡Salid a divertiros joder!

[Os dejo publicado este post el día antes de irme de vacaciones a Londres. Os podré responder a la avalancha de comentarios que seguro que me haréis en cuantito vuelva de pingu. London baby!]

Padres primerizos

Sí, ese eres tú. Primerizo. Te estás cagando de miedo.
Bienvenido/a al mundo maravilloso de la paternidad/maternidad. Hoy os voy a contar esas cosas que nadie te cuenta porque si no, la especie peligraría seriamente.
(Si aún no te has reproducido, piénsate si quieres este spoiler o no).
Siempre pensarás que tu niño es el mejor. El más guapo, el más listo, el más travieso, el más tocacojones…y puede que así sea…o no. En el momento en que tu niño salga al mundo exterior, verás cientos de niños con los que compararle. Y muchas veces tu pequeñín saldrá perdiendo. No te agobies, piensa que tu hijo algo mejor tendrá que los demás (aunque sea que tiene mucho pelo). [¿Estoy empezando a tener un trauma con mi pequeño calvo?]
Mi hijo fue el bebé perfecto. Dormía, comía, se reía, era largo, en su peso y le quedaba muy bien la ropa. Pero un día empezó a caminar. ¡Cháaaaaaaan! Y ahí se acabó lo que se daba. Ahora mismo tiene 17 meses (o sease, casi año y medio) y no camina, corre como poseído por el demonio. No come (le dan arcadas mortales con los sólidos y los purés le aburren) y es muy muy tozudo. Visto así es como para tirarse por un puente. Pues no. Mi hijo duerme como un bendito y con eso ya equilibra la balanza. Y además se ríe muchísimo, aunque sea de nosotros.
Lo que más le gusta en este mundo mundial es tocarlo todo. Es lógico, ya que está en la fase de exploración, pero cuando tira algo ruidoso en una habitación para que tú vayas corriendo y así poder salir en silencio a por lo que realmente quería coger en el salón, ya no es tan divertido.
Le comprarás mandos de la tele de mentira, llaves del coche de juguete, móviles con botones de colores…pensando que así no tocará los de verdad. ¿Crees que el niño es bobo? Colará la primera vez, quizás la segunda, pero a la tercera te lo tirará a la cabeza y se reirá con tu cabreo monumental.
Así que decides empezar la fase premio-recompensa. ¿Te portaste bien? Te subo en los caballitos. Sí, perfecto, hasta que toca bajarse. Mi padre llega al punto de mareo mortal sólo para que el niño siga dando vueltas en el tiovivo. Así que te buscas un plan B. ¿Un poco de helado? Genial, hasta que mete sus diez dedos en él y los mueve de tal manera que es imposible limpiárselos todos antes de que se embadurne la cara, el pelo y toda la ropa.
Otra opción es pasar de ellos cuando hagan las cosas mal. En nuestro caso, funciona a medias, ya que el niño deja de hacer lo que estuviera haciendo y se empieza a dar cabezazos contra el primer mueble que pille. Es como un auto castigo. Luego vienen los llantos y tu pérdida de paciencia.
Más cosas horribles de la fase bebé son los estragos físicos. No voy a entrar en temas sueño o depresión posparto, porque creo que es algo evidente, si no que te voy a contar la otra parte oscura.
Las mamás tendrán el vientre hinchado una temporada (si es por cesárea, más tiempo). Te saldrán estrías aunque te untes de crema día y noche (las hay suertudas, pero son como las apariciones marianas), se te caerá el pelo (después de tenerlo fabuloso todo el embarazo por la acción de las hormonas), te saldrán caries (cuídate la boca, por favor) y se te hincharán las tetas con su consiguiente bajada ombliguera. Para algunas de estas cosas hay ejercicios específicos que pueden atenuar un poco la flojera, pero somos ejército las que no tenemos tiempo o somos un poco vagonetas.
Los papás sufrirán varios cambios: tendrán que dejar sus malos hábitos (fumar delante de un niño es condenarle desde que nace); deberán empezar a hacer algo de ejercicio si no quieren acabar baldados; estaría bien que se fueran entrenando con un muñeco para quitar y poner pañales, ropa, biberones, bañera…; y lo más importante, es que deberán mentalizarse con la preparación al parto y el puerperio (¿puerpequéeeee?) (lo que va después del parto).
Esa fase es la más delicada, ya que las madres estamos cargadas de hormonas hasta las cejas. Tendremos el farolillo como un túnel de cercanías o la barriga con una sonrisa rara. Lloraremos sin parar y sin motivo. Estaremos cansadas y quejicosas. Tendremos miedo. Estaremos felices y al rato no. Nos sentiremos muy muy feas. Os preguntaremos cien mil veces si seguís queriéndonos y si seguís viéndonos guapas (la respuesta siempre tiene que ser SÍ ROTUNDO, aunque parezcamos un zombie cavernoso).
La segunda fase a esto (¿pero hay más?) será la de las visitas. No os dejéis avasallar. Impondréis vuestras normas. Normalmente la madre se sentirá más obligada a recibir a la gente con buena cara. Ni se os ocurra poneros a limpiar como locas. El papel del padre debe ser el de echar a la gente de casa cuando pase media hora (si es familia, un poco más de tiempo), poner los cafés y limpiar las tazas después, y obligar a la madre a que se siente y se relaje. No pasa nada si te pones la ropa varias veces o si las pelusas te saludan desde detrás de la puerta. Tu niño no va a comérselas hasta que tenga unos 9 meses.
Mis recomendaciones:
Déjate ayudar. Que te hagan la comida, la colada, los fregaos, lo que sea. Pasa de todo y disfruta de tu bebé. Ya tendrás el resto de la vida para limpiar. (Cosa que me parece una inutilidad).
Vete de vacaciones. Si puedes permitírtelo, un par de noches por ahí sin tu hijo serán oro líquido para tu cerebro.
Vete al cine. Sólo son dos horas separados de vuestro monstruo. No pasa nada. No se va a acabar el mundo.
Date algún capricho. Un masaje, una cenita romántica, unos bombones hipercalóricos, una recopilación de los mejores cómics de zombies…algo así.
Ir al fisio cada 6 meses es muy recomendable. Que te crujan el cuerpo es la mejor terapia para quitar los dolores de cargar con tu saco de babas. Te quedas como nueva.
Y sobre todo, saca algo de tiempo para ti. Sin ruidos, sin niño, sin pareja, sin tele, sin nada…
Debes tener, al menos, media hora al día para hacer lo que te venga en gana sin dar explicaciones a nadie.
Por último. Rellena todos los libros que te hayan regalado de esos de “mi primera papilla”, “mi primer diente”, “mi primer eructo”, “mi primera sonrisa”. Te parecerán una chorrada en el momento, pero si no lo apuntas en cuanto sucede, luego ya no te acordarás. Y cuando los veas en el futuro, te gustarán. (Yo ya voy por el tercero).
Y siempre, siempre, siempre hazte fotos con tu bebé. Aunque te veas mal y no te apetezca, luego te dará pena no aparecer en el primer año de tu bebé en uno de los cinco álbumes que tendrás por casa…

Loca por la lana

¡Examen superado pero raspadito raspadito!
A la vuelta del pediatra, ese temido hombre por madres e hijos, he comprendido dos cosas: una, que siempre va a haber algo que le falta por hacer (palmitas, decir no, cantar en latín…) y dos, que nunca se me va a quitar esa sensación de tribunal examinador.
Llegas allí, le dices que vas a revisión/consulta, desnudas al niño y empieza el calvario. “Pues tiene una erupción en la papada”, “pues tiene que comer más sólidos aunque le den arcadas mortales”, “pues ya debería saber abrir las puertas con una llave”, “pues ya tendría que pintar cuadros con los pies”… ¿en serio me recomienda/obliga a enseñarle a abrir puertas con una llave? Y cuando se escape a la calle porque ya sabe meter la llave y girarla…¿me va a decir que soy una irresponsable por enseñarle esas cosas? Sinceramente, con que sepa decir la palabra “llave” me llega y me sobra.
Llega un punto en la vida de todo padre o madre en que te das cuenta de que no eres un maestro para tu hijo ni él te ve como un filósofo griego, sino que eres el cuidador de un bicho que no para y que se intenta tragar todas las mierdas que encuentra por la calle. Así que, en un momento de reflexión mientras tu bicho duerme la siesta, te paras a pensar si esa situación cambiará o va a ser así de terrible toda la vida. No te preocupes, en unos 30 años ya tendrás un retoño independiente.
En un momento de caos y confusión, con todo el salón lleno de muñecos parlantes y sonidos de fábrica y un niño en medio aporreando todo con su nuevo martillo de Thor (regalo de Reyes) como los monos de “2001: Odisea del espacio”, te planteas la urgente necesidad de buscarte algo que te relaje. Y dicho y hecho. Así que me puse manos a la obra y me metí de lleno en el mundo del ganchillo o “crocheting”, que es más moderno.
Granny squares, tapestry, amigurumis, fundas para tazas, mantas, gorros… ¡vaya, me encanta!
La gente me mira como si una vieja me hubiera poseído por la noche, pero la realidad es que es tan relajante que casi hasta estoy pensando en hacerme artesana, jejeje.
El ganchillo te envuelve con sus suaves lanas y agujas de colores y hace que te enfrasques tanto en la labor que la casa puede arder y no te vas a enterar.
Ya había hecho un intento hace un par de años con los amigurumis, pero no acabé de pillar bien el rollo al ser muñecos muy pequeños. Y me decidí con un gorro para mi hijo.
Ahora viene la parte de las compras. ¿Dónde adquirir la lana? ¿Qué lana usar? ¿Qué medida de aguja? Uffffff, ¡Youtube, ayuda!
Me hice con el patrón y me metí a bucear en ebay, por supuesto. Encontré una tienda inglesa donde venden unas lanas de algodón maravillosas, lo que pasa es que hay que comprar por los menos 3 ovillos para que los gastos de envío salgan rentables. (Acordaos siempre que las libras, al cambio, engordan el precio).
Llegó el paquetito, tejí un gorro precioso con orejas y ojos, se lo puse al pequeño monstruo y… se lo quitó inmediatamente. No hubo manera humana de que le aguantara en la cocorota más de 30 segundos (y eso que era con orejeras y cordón para atárselo fuertemente al cráneo). Así que fui a preguntarle al padre de la criatura si quería que le hiciera un gorro para él… y su cara ya me contestó. Por lo que decidí mandarlos a la porra a los dos y hacerme una manta para mí con granny squares, que son los maravillosos cuadraditos de abuela que llevan en nuestras casas desde tiempos inmemoriales.
Y me enganché.
Ahora, mi casa está llena de mantelillos, posavasos, fundas de todo lo imaginable y lanas por todas partes. Voy por mi tercera manta, ésta en zigzag, y cada vez que tengo un ratito, ¡zasca!
Luego ya pasé al nivel de comprar manuales con patrones. A mi me encantan los libros de segunda mano ingleses, porque cuestan ná y menos y soy feliz amasando proyectos. Pero tienen la pega de que tienes que tener cierto nivel para poder desentrañar el idioma gancheril en gringo.
Y por último, ya estoy en modo expert desde que me apunté a una clase de ganchillo. Son las dos horas más divertidas de la semana. Aprendo mil cosas fabulosas y me entero de todos los cotilleos del barrio (y las señoras son mundiales).
Así que os recomiendo encarecidamente que os montéis en el carro del ganchillo. Es una afición tranquila, bonita y muy muy desestresante.
Para finalizar, deciros que intentaré escribir más a menudo, ya que estoy flojeando un poco últimamente, así que lo que voy a hacer es escribir posts más cortos pero más intensos.
¡Larga y próspera vida!